Titulo: Cartas Marruecas
Autor: José Cadalso
Editorial: Cátedra (entre otras)
Páginas: 250 más o menos.
Sinopsis: Se trata de un estudio de la sociedad española del siglo XVIII mediante la ficción de unas cartas enviadas entre dos marroquíes, uno afincado momentáneamente en España, el otro su sabio maestro de Marruecos, y un español ilustrado que piensa en la mejor manera para que el país avance. Sátira de la sociedad.
Opinión: Hacía mucho que no os incordiaba con una reseña tan alejada de lo que habitualmente se lee actualmente. De hecho, dado que no se considera novela (aunque parece ser que hay «opiniones encontradas al respecto» según mi profesor de Literatura) y que no importa absolutamente nada la trama, va a tratarse de una reseña más bien extraña, que no seguirá prácticamente ninguna de las convenciones que más o menos intento seguir en todas las reseñas del blog. Bueno, supongo que lo que realmente os interesa es la reseña en sí y no tanto mi disclaimer inicial (o protesta acerca de la diferencia entre esta reseña y prácticamente cualquier otra que me hayáis visto realizar) así que, sin más preámbulos, dirijamos nuestra vista hacia este extraño ente que nos proporciona una visión privilegiada de lo que debía ser la sociedad del siglo XVIII (e, inevitablemente, preparémonos para pensar en nuestra sociedad del siglo XXI en comparación).
En esta ocasión, no os molestaré hablando de los personajes, ni siquiera podréis ver más que la descripción psicológica de cada uno de ellos en palabras de otro de los personajes, eso sí, ninguna descripción física os impedirá imaginaros a cada uno a vuestro gusto. De hecho, una de las cosas que critica este libro es esa necesidad de apariencia y de juzgar según la apariencia que el ser humano lleva practicando, probablemente, desde que es ser humano. No es extraño pues, que a los petimetres, aquellos que gastan un pastón en moda, vamos, los pijos de aquella época, les poca de vuelta y media en más de una de las cartas. Aunque en realidad no son solo los pijos aquellos que deberían darse por aludidos en dichas cartas, pues no son los únicos que en muebles, ropa y aditamentos varios gastan varias veces lo que ganan. Hace una mención a comprar aquello fabricado en el país, cuán sorprendido se encontraría Cadalso al descubrir en nuestro siglo que todo proviene de lugares lejanos. Y es que durante la lectura de las cartas nos encontraremos con la descripción minuciosamente satírica de gran parte de las conductas de unos seres humanos que, lejos de parecernos distantes y distintos, nos parecerán ante todo seres conocidos. Y todos y cada uno de ellos tendrán su momento para ser ridiculizados. Hay noventa cartas, de las cuales cerca de sesenta harán que penséis, y no es que las otras treinta sean malas, simplemente arguyen en contra de cosas que, por diferencias en las épocas, no nos parecerán siquiera problemáticas. Hablará de la juventud, una juventud vana y envanecida, malhablada y descortés con sus mayores, y con cualquier hijo de vecino. Es gracioso, los canis antes eran los nobles de la sociedad. Con su gusto por el brillo dorado… en fin, que hace una sátira aún válida acerca de esa juventud desarraigada.
También nos da lecciones de historia, algo crudas y tendenciosas, puesto que intenta contrarrestar la poderosísima leyenda negra que rodea la historia española, máxime si hablamos de la conquista de las Américas, que siempre acaba colocándonos como los malos… cuando lo más seguro es que ni tanto in tan calvo. En cualquier caso, una de las cosas que sí dice interesantes acerca de esto es que, en vez de ubicar a nuestros héroes militares en el panteón de personas a admirar, o de situar a nuestros grandes científicos en pedestales rutilantes, más nos valdría considerar que las buenas personas, las personas realmente sabias que buscan hacer bien a la sociedad a través, ya sea de la educación, ya sea del ejemplo, ya sea de un desempeño de la función pública honesto, merecen más admiración por parte del pueblo. Un pueblo que, aunque antes fueran nobles y ahora sean barriobajeras, siempre ha buscado carnaza que llevarse a los labios. Y, si algo se puede decir acerca de esto, en este siglo en que entramos más pareciera que quisiéramos hundirnos y refocilarnos en el barro, que buscar maneras de ascender y convertirnos en personas como las que nuestros antepasados soñaban que algún día llenarían el mundo. Gentes capaces de sentir compasión, de estar iluminados y no caer en las tinieblas de la superstición y la ignorancia. Lectores instruidos capaces de reconocer el valor de las obras que leemos.
Pero os he dicho que nadie se libra de su pluma hiriente, excepto, por el bien de su propia piel, la iglesia y el rey, y eso incluye a los escritores. Pues ya en aquella época nos encontrábamos con escritores de toda índole y calidad, siendo así que los divide en cuatro grupos. Los que buscan el avance de la Literatura y se esfuerzan a pesar de no obtener ganancia de ello, los que solo buscan lisonjear al editor y al público de manera que obtengan las ventas, los que simplemente se contentan con repetir los elementos ya escritos y aquellos que mutilan los clásicos anotándolos y preparándolos para la lectura del «gran» público. Por supuesto, los primeros inspiran compasión, los segundos se arriesgan a caerse con todo el equipo, los terceros temen la llegada de las novedades, ya sea en forma de nuevos géneros, ya sean nuevas ideas, y los últimos… los últimos duplican el tamaño de los libros sin alcanzar a decir nada interesante. En muchos casos, claro está, no en todos. En cualquier caso, todos podemos ver cómo esos grupos siguen existiendo, siendo los primeros unos pocos entre todos los libros que salen al mercado, y predominando los terceros. Sí, nosotros nos libramos de los del cuarto tipo… o no, si observamos la cantidad de adaptaciones de clásicos y alteraciones en argumentos clásicos que empiezan a proliferar. No creo que haga falta comentar esta parte. Pero lo que sí creo necesario comentar es la crítica que hace a todos estos que pontifican acerca de la Literatura, o acerca de lo que ellos harían para solucionar cosas, siendo las soluciones a todas luces imposibles, o a aquellos que todo lo quieren saber con el mínimo esfuerzo y consideran que nada hay que se pueda aprender de estilos caducos o antiguos, de libros con más años que ellos mismos. Si miramos a nuestro alrededor, tenemos a mucha gente que habla desde la opinión, tremenda palabra, y se vanagloria de sus muchos títulos y sus muchos conocimientos en campos del saber donde la mayoría nos reconocemos legos. Y es que de poco sirve saber mucho si no aplicas esos conocimientos, de poco sirve tener años de experiencia si hieres con tus palabras aquello que te ha apoyado en tus proyectos. Por otro lado, es evidente ,y más que evidente en muchos casos, que nuestros políticos actuales son los herederos de los proyectistas del siglo XVIII, aquellos cuya gran idea era utilizar los ríos para dividir España en tres zonas en las que luego aplicar desarrollo, usando lenguas distintas en cada una de las partes, etc. Simplemente ridículo que dos siglos después las propuestas de la clase dirigente no sean en nada distintas. Oh, sí, antes por lo menos reconocían claramente que la opinión del pueblo era indiferente.
Pero Cadalso era un literato así que hay más de una carta dedicada a la literatura, a la historia y hay unas pocas dedicadas al mismo lenguaje. En aquella época, el imperio dominante era el francés de manera que multitud de galicismos se hicieron hueco en nuestra lengua, si bien no podemos sino reconocer que nosotros permitimos e incluso adulamos a los que introducen nuevas palabras inglesas en nuestra lengua en este siglo. Y no es malo, pues de tal manera podemos hacer evolucionar nuestra lengua incrementando su caudal léxico, sin embargo, una cosa es aumentar el léxico posible en nuestra lengua y otra muy distinta olvidarnos de la amplitud de opciones que nos ofrece para comunicar todas y cada una de las ideas. En particular hay una carta, escrita por Gazel, pero protagonizada por Nuño en la que este se queja de aquellos que ni utilizan bien el vocabulario español, ni son capaces de utilizar bien las palabras francesas. ¿Se os ocurren ejemplos de esto en este siglo nuestro que apenas comienza? Porque a mí se me ocurren varias traducciones literales y palabras directamente traídas del inglés que pueden llegar a acabar en ese estante.
Aún quedarían muchos temas de los que hablar y en los que ver a nuestra sociedad, pero esto parece más un panfleto político que una reseña de un libro, así que intentaré acabarlo hablando un poco del estilo literario que podremos encontrarnos en las cartas. Vamos a tener un estilo ligero, lo que no significa que se nos vayan a hacer poco pesadas, pues las cartas más largas nos costará leerlas, principalmente porque veremos una sobrecarga de contenido intelectual en esas cartas. También podremos observar que determinadas palabras tienen una escritura distinta, si bien es cierto que en general no hallaremos ningún problema de palabras desconocidas. Por tanto, libro muy recomendado si queréis pensar un poco sobre el estado de España (o de la sociedad en general)
Impresión general
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Puntuaciones
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Filosofía: 10
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Personajes: 7
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Estilo:9
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Descripciones:8
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Coherencia:9
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Ahh, este lo leí el año pasado en la carrera. Es muy bueno, aunque es un poco sesgado en la crítica que hace, mucha gente importante sí se libró de su, por otra parte, afilada pluma.
¿Has leído sus "Noches lúgubres"? Se suelen incluir con las cartas marruecas y están muy bien 😀
Era algo normal… no muerden la mano que les da de comer… algo bastante normal, la verdad.
No he leído Noches lúgubres… porque en cuanto me terminé el libro se lo dejé a Alexia para que se lo leyera (malditos libros de clase xD te hacen descubrir joyas que de otra manera no leerías ni muerto)
Kharda, por favor, ponte en contacto conmigo (lecturiosa@gmail.com). Te he mandado un par de emails que necesito que contestes.
Muchas gracias,
Lecturiosa^-^
Quería decir, Khardan, perdón que me he comido una letra…