Continuamos con las entrevistas a miembros de una editorial (o, como alguien dijo por ahí, con los cursos de edición).
En esta ocasión, entrevistamos a Cristina de la Cerda Caraballo, correctora, lectora de manuscritos y traductora de, por ejemplo, Prada & Prejuicio. Además de «nuestra senpai» (de Khardan y mía) y una gran seguidora de Louise Cooper. También dibuja y le gusta el japonés. ¿Se pueden tener más parecidos? Visitad su página web, pulsando en su nombre, para ver qué otras cosas hace porque… ¡también escribe!
Pero antes, leed la entrevista, porque no tiene desperdicio y es muy interesante para todos aquellos interesados en conocer este mundillo.
1. Para llegar a donde tú estás, ¿qué es necesario estudiar? ¿Cómo entraste a trabajar en el mundo editorial?
Yo me considero ante todo traductora, pero como es una profesión freelance que no está muy bien pagada y el volumen de trabajo es irregular, la compagino con la corrección y la lectura para editoriales. Para ser corrector lo más indicado es estudiar Filología Hispánica, aunque también hay cursos específicos, tanto de corrección ortotipográfica como de estilo. Recientemente también se han empezado a ofertar cursos de lectura editorial, aunque no se vive de ello porque se cobra muy poco, y más que un título cuenta el haber leído y leer mucho, tener buen criterio, y algún contacto en el mundillo. En un lector editorial también se valora especialmente conocer otros idiomas.
Respecto a la traducción, aunque pueda parecer que para ser traductor de libros lo lógico sería estudiar Traducción e Interpretación (TeI), una Filología, que es lo que yo estudié, unida a unos cursos o a un máster de traducción literaria, puede ser un camino alternativo.
Claro que los comienzos, como en todo, son difíciles. Puesto que el editor arriesga su dinero cuando publica un libro, suele preferir traductores con experiencia o recomendados por otro editor. La pregunta es: si no te dan una oportunidad, ¿cómo vas a adquirir experiencia ni a demostrar lo que vales? Ahí queda. Y también hay quien deriva en esta profesión o la ejerce de forma esporádica, sin ser traductor ni filólogo. A veces, por ejemplo, un editor prefiere confiar una traducción a un escritor consagrado con conocimientos del idioma porque piensa que la calidad literaria de la traducción será mayor, y el nombre de un escritor conocido como traductor actuará como gancho para los lectores. Con todos estos obstáculos hay que lidiar. Lo importante, si uno tiene claro que quiere dedicarse a ello, es no desanimarse ni rendirse.
Yo entré en el mundillo con bastante ingenuidad, y me he llevado mis desilusiones y mis batacazos, y aunque ya llevo diez años en esto me queda mucho camino por recorrer. No he tenido más armas que mi currículum, la experiencia que me he ido labrando y mi cabezonería, pero ahora que sé un poquito más de cómo funcionan las cosas, recomendaría a quienes quieren entrar en el mundo de la traducción editorial que se decanten por un idioma poco estudiado en nuestro país, como el sueco o el chino, que se presenten a certámenes para estudiantes de Traducción, como el Premio Francisco Ayala, o que se vayan abriendo camino enviando artículos traducidos a periódicos y revistas.
2. ¿Qué significa exactamente ser correctora ortotipográfica y de estilo? ¿De qué te encargas? ¿Cuál es la diferencia que hay entre corrector y editor?
La corrección de estilo se ocupa de los aspectos formales del texto. No se trata de modificar el estilo del autor, sino de pulir la redacción. La suelen requerir sobre todo textos de algunos escritores noveles y de algunas personas que recurren a la autoedición.
La corrección ortotipográfica se ocupa de los aspectos gramaticales (acentuación, ortografía, puntuación…), y también de la supervisión de los distintos elementos de la maqueta (asegurarse de que la tipografía empleada es la correcta, de que los pies de foto están colocados donde deben, etc.).
Las funciones del editor varían de una editorial a otra. En una editorial pequeña el editor sería el equivalente del “hombre-orquesta”: lo hace todo él (lee manuscritos, decide si publicarlos o no, los corrige, decide el formato de edición, la tirada…). En las editoriales medianas y grandes puede haber un director editorial, varios editores que dirigen los distintos sellos editoriales o colecciones, y también editores junior (o editores de mesa), que coordinan a lectores, correctores, traductores, ilustradores… Resumiendo, podríamos decir que la corrección es parte del proceso de edición, que puede realizarla o no un editor, mientras que un corrector sólo corrige y no hace otras labores de edición que competen al editor, como sugerir al autor recortes o cambios en el texto.
3. ¿Cuáles son los signos de corrección de pruebas que más sueles utilizar? Es decir: ¿cuáles son los errores más frecuentes que te has encontrado al corregir?
En un texto bien redactado lo que más se corrige es la puntuación, porque muchas veces no le prestamos suficiente atención al escribir o no repasamos. Con el Word hoy día hay muchas menos faltas de ortografía, pero también tienes que ajustar el texto al “manual de estilo” de la editorial. Hay algunas que prefieren las comillas latinas, otras las inglesas, hay algunas que acentúan los pronombres demostrativos y otras que no… En algunos de los textos que pasan por las editoriales que se dedican a la autoedición se tiene que hacer una corrección mucho más profunda, porque hay muchas personas a las que les gustaría ver su libro publicado, pero que verdaderamente no saben redactar.
4. Cuando el manuscrito por fin ha superado la revisión, ¿a quién hay que dárselo? ¿El siguiente paso es ya la impresión?
Sí, después de la corrección de estilo (si es necesaria), de la maquetación y de la corrección de primeras pruebas (y de segundas si se quiere pulir más), el texto se envía a imprenta.
5. ¿Es el corrector quien se encarga de la tipografía? ¿Cuál es tu favorita?
No, si es un libro traducido de otro idioma a menudo suele usarse la maqueta del original, que ya trae determinada la tipografía y, si no es así, es la editorial quien la elige, y naturalmente depende del tipo de libro. Para una novela yo usaría por ejemplo la fuente Garamond, que es elegante y legible, pero si hablamos de un libro para niños podemos experimentar con tipografías de fantasía más divertidas, como Curlz.
6. ¿El lector de manuscritos se basa meramente en su opinión al rellenar el formulario que entrega a la editorial o hay algo más?
No exactamente. Aparte de que debe intentar se lo más objetivo posible, ha de tener en cuenta cuestiones como el público al que va dirigido el libro, si tiene posibilidades de venderse bien o no, etc. Debe valorar también cosas como el ritmo de la narración, si el libro te engancha desde el principio, la originalidad, los personajes…
7. ¿Como lectora de manuscritos que eres, te ha pasado alguna vez que al leer uno lo corriges automáticamente, como si se te activase en ese momento el chip de correctora? ¿En los que no pasan la prueba, cuáles son los fallos más comunes que has visto?
Bueno, primero he de aclarar que no soy lectora de manuscritos, sino de libros en lengua inglesa cuya traducción y publicación se plantean las editoriales para las que trabajo. Y sí, por deformación profesional no sólo cazo más de un gazapo mientras estoy leyendo, sino que hasta me encuentro pensando cómo traduciría este término o aquella frase. En mi experiencia, como hay una competitividad brutal en el mercado editorial, se descartan sobre todo aquellos libros que se consideran “flojos” (la narración no es ágil o no enganchan), que no van a vender bien, y que no se ajustan a la línea editorial.
8. ¿Qué consejos darías a los escritores noveles que envían manuscritos a las editoriales?
Que dejen reposar el manuscrito en un cajón un tiempo largo, y lo relean para verlo con más distanciamiento. Que se lo den a leer a conocidos y les pidan que no sean tímidos en sus críticas. Que antes de mandarlo a una editorial se aseguren de que se ajusta a su línea y que tiene algo nuevo que aportar a un mercado ya de por sí saturado.
9. Entre todos los libros que has traducido, ¿con cuál estás más satisfecha? ¿Y el que menos?
En respuesta a la primera pregunta, me cuesta elegir. Puede que Vlad el Empalador, de M.J. Trow (Ediciones Jaguar) o Amo a Will Shakespeare de Carolyn Meyer (Editex). Con los dos tuve que hacer una intensa labor de documentación. Cuando te topas con un término que desconoces o que no tiene una traducción sencilla, tienes que documentarte sobre el tema para conseguir una traducción precisa. En el caso de Vlad el Empalador había muchísimas referencias históricas, literarias y hasta cinematográficas que tuve que contrastar, y en el de Amo a Will Shakespeare tantos términos en desuso que casi me convertí en una experta de la época isabelina. Respecto a con qué libro estoy menos satisfecha… Supongo que a los traductores no pasa lo que a las madres, que ninguno de sus hijos les parece feo, como dice el refrán. Todos tienen detrás horas de trabajo y de dedicación, aunque ahora, cuando hojeo los primeros que traduje, me saltan a la cara los errores y me sonrojo por dentro, pero nadie es perfecto, y son los traspiés del principiante, de los que aprendes más que de los aciertos.
10. ¿Cuánto tiempo tardas en traducir un libro?
Ésta es una pregunta difícil de responder, porque el tiempo que se tarda en traducir un libro depende de la extensión y dificultad del mismo. Yo puedo traducir un texto de dificultad y extensión media (unas 38.000 palabras/185 páginas) en tres semanas (es decir, 15 días, sin contar los fines de semana), a razón de 2.500 palabras al día. Los textos largos y complejos lógicamente llevan más tiempo, por lo que, para que te rente aceptar ese tipo de encargos, deben estar mejor pagados. Las editoriales suelen dar un plazo de entre dos y tres meses para que el traductor pueda compaginarlo con encargos de otras editoriales.
Dios, que entrevista más interesante. Ahora sí que hay muchas cosas que quedan un poquito más claras acerca de este tipo de trabajo. Se nota que le gusta, cuando menos.
Por otro lado, unas preguntas muy bien elegidas, y unas contestaciones con una profundidad muy interesante.
En particular me ha llamado mucho la atención el tema de la autoedición… sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de gazapos que se pillan en algunas editoriales pequeñas.