Cuarta parte del capítulo 1 de Hakushaku to Yousei. Aquí tengo que decir que dudé entre traducir milord o no… pero al final lo hice por «mi señor». Lo digo por si en un futuro me da por cambiarlo porque no me convenza demasiado. Y recuerdo lo de la formalidad y mi decisión de no usarla (lo digo en este caso por cómo se refieren Raven y Ermine a Edgar).
Créditos por la versión inglesa: Kage Dreams
Traducción al español: Alexia
Editor: Khardan
-Ey, Lydia, despierta.
Con la sensación de la cola de Nico rozando sus mejillas y con el sonido del agua corriendo, se despertó. Al parecer, había pasado mucho más tiempo del que esperaba, y el sol había comenzado a ponerse. Las lámparas encendidas de aceite iluminaban la habitación en penumbra.
Lydia se dio cuenta de que el joven, que se había quedado dormido sobre la alfombra, ya no estaba allí, pero pudo verlo a través de la puerta abierta del cuarto de baño. Los ojos de ambos se encontraron en el espejo. Ella no pudo evitar abrirlos de par en par, sorprendida. El cabello que antes era moreno, ahora era de un rubio brillante. También parecía haberse afeitado la sombra de barba que tenía y, además, el modo en que se pasó los dedos por el cabello, sonriendo a su vez, era casi como si se tratara de una persona completamente diferente. Alguien muy refinado.
-Estás despierta. Estás muy guapa mientras duermes.
-…Ah.
-Si tu gato no se hubiera enfadado, me hubiera gustado seguir mirándote mientras dormías.
Nico se sentó sobre un cojín, actuando como si no supiera nada de lo que decía, y se rascó la oreja con una de sus patas traseras. Y eso que era él quien decía siempre que no quería actuar todo el tiempo como si fuese un gato.
-A parte de eso, tu cabello…
-Ah, me lo había teñido. Mi color natural tiende a destacar. Aún así, se dieron cuenta.
Se secó el pelo bruscamente. Los ojos que la miraban fijamente bajo su reluciente cabello rubio eran, sin lugar a dudas, de ceniza color malva. Se quitó su andrajosa camisa, indignado.
-Estás frente a una dama, mi señor -dijo un chico de piel oscura al entrar en la habitación. Parecía que rondaba la edad de Lydia. El sirviente era muy tranquilo y no sonrió en ninguna ocasión. Pero, más bien… ¿sirviente? ¿”mi señor”?
-Te ruego que me disculpes. Parece que todavía no he puesto las cosas en orden dentro de mi cabeza.
El sirviente comenzó a ayudar al hombre a ponerse la ropa que había traído, cuando se dio cuenta de sus heridas.
-Mi señor, estás herido…
-Son solo rasguños. Quedarán cubiertos con la ropa, así que no se notarán -dijo mientras ponía su mano sobre el hombro del chico-. No te preocupes por eso, Raven. No hay necesidad de matar a alguien por algo así.
¿Matar? Lydia frunció el ceño ante aquella conversación tan inquietante. Si se trataba de una broma, era de muy mal gusto.
-Sí.
El sirviente no sonrió en respuesta a una posible broma cuando respondió, más bien parecía como si de verdad se estuviera preguntando si debía matar a los que habían herido a su señor. Abrochó los botones con manos expertas.
-Estábamos preocupados de que no lo consiguieras.
-Justo como lo planeamos, Raven. Esta es la señorita Carlton.
-Espera, ¿cómo sabes mi nombre…?
-El nombre de la joven dama que Huskley y los otros buscaban era Lydia Carlton. Esa debes ser tú.
En ese momento, detuvo a su sirviente y caminó hacia Lydia.
-Lo siento, señorita. Soy el conde Edgar Ashenbert. Es un placer conocerla.
Cogió su mano y la besó suavemente los dedos. La miró divertido al ver que ella se quedaba atónita. Recuperando sus sentidos, Lydia apartó su mano de un golpe.
-¿C… conde? ¿Tú? No me lo creo. Tengo asuntos que tratar en Londres, así que me voy.
-Es demasiado tarde. El barco ya ha zarpado.
-¡¿Eh?!
Se dirigió corriendo hacia la ventana y pudo ver que la tierra era como una isla lejana.
-¡¿Qué significa esto?! ¡Esto es un secuestro! Por no hablar de que mi equipaje está todavía en el otro barco, y gracias a que perdí mi bolsa estoy sin blanca. Subir a bordo de este barco sin permiso… ¡es como si fuera un polizón!
-¿De qué estás hablando? Yo me encargaré de que llegues a Londres. Una vez que mis asuntos estén resueltos, claro. Por lo demás, no tienes nada de qué preocuparte. Esta es mi habitación, y ya nos hemos hecho cargo de tu billete.
-Entonces… Estabas intentando traerme a este barco desde el principio, ¿no? ¿El hecho de haber sido atrapado por Huskley y los otros fue solo una actuación?
-Eso fue real. No tengo la costumbre de hacerme daño a mí mismo solo por una simple actuación.
Al ver con claridad las heridas en sus muñecas y cuello, Lydia perdió las ganas de seguirle reprochando. Pero…
-No vi otra posibilidad de acercarme a ti sin dejarles que me capturasen. Después de todo, no sabía cómo eras, ni conocía ningún detalle sobre ti.
En otras palabras… ¿Se había dejado capturar?
-En ese caso… no había ninguna necesidad de que te tiñeras, ¿no? ¿Entonces por qué lo hiciste?
-Ah, eso fue para que no se dieran cuenta de que quería ser capturado.
Lydia sintió que su cabeza daba vueltas. Estaba tan confusa que se olvidó completamente de preguntarle por qué había hecho todo aquello.
-Raven, ¿qué hora es?
Rápidamente cambió de tema, mientras Lydia luchaba por poner en orden las cosas en su mente.
-Pronto serán las siete.
-Si no nos damos prisa, la cena va a comenzar. Ah, es cierto, tu también deberías cambiarte. Hemos sido invitados a cenar con el marqués Oigen y su esposa. Son de la nobleza danesa y fueron los que me hospedaron en este barco. No es fácil ser capaz de viajar aquí sin una invitación.
No solo había traído a Lydia a bordo, sino que era un barco en el que a Huskley no le sería fácil acceder. Con el barco en mente, quizás él había sido el único en acercarse al marqués. Podría ser que al final hubiera terminado en compañía de un hombre verdaderamente peligroso.
-Esto no es divertido, señor…
-Por favor, llámame Edgar, Lydia -dijo sin hacer caso a Lydia, mientras esta lo miraba con recelo-. ¿Dónde está Ermine? La señorita Lydia necesita un vestido -continuó alegremente.
-Sí, tengo uno preparado. Raven, esa corbata no combina con el color de los puños. Usa esta.
Una mujer joven, vestida como un hombre, entró llevando un vestido y una corbata. Vestía una chaqueta negra del mismo estilo que la del chico. Tenía una media melena, por encima de los hombros, pero ya que no intentaba ocultar sus curvas femeninas, era inmediatamente perceptible que era una mujer.
¿También era una sirvienta?
-¿Cual escogerá, mi señor?
-Hmm… haremos caso de tus sugerencias. Pero Ermine, ese vestido no es muy de mi gusto.
-No eres tú quien lo va a llevar, mi señor.
-Ya lo sé pero, si es posible, algo un poco más abierto en el cuello estaría bien.
-Una mente sucia no es necesaria en la cena. Este le sentará mejor a la dama -dijo con decisión. A pesar de que fuera una sirvienta, parecía ser mucho más cercana que eso-. Ahora, señorita, venga por aquí, por favor.
Lydia fue guiada a una de las habitaciones para que se cambiara.
-Um, me puedo cambiar yo sola.
No estaba habituada a tener gente que la ayudara a ponerse la ropa. Sin embargo, al final, no fue capaz de cambiarse por sí sola porque el vestido era mucho más formal de lo que estaba acostumbrada. La ayudó a ponerse el corsé y el miriñaque, y después de ocuparse cuidadosamente de las finas cintas y los abalorios, finalmente se las arreglaron para terminar de vestirse.
-Ahora el pelo.
Lydia se sentía un poco como si la estuvieran tratando como una niña. Ermine la sentó delante de un espejo y ella no pudo evitar sentirse un poco inferior ante la sonrisa de Ermine. Era muy femenina. Si bien sus rasgos eran muy afilados, no eran nada masculinos. Su feminidad no se veía reducida por el pelo corto. Su piel era blanca y lisa, su cabello y sus ojos eran de un marrón oscuro, casi negros, tenía cejas angulosas y sus labios eran rojos como pétalos.
Al mirarse en el espejo, Lydia vio que no era tan blanca, que su cabello castaño rojizo no era particularmente un rasgo destacable, y que sus ojos verdes dorados eran tan particulares que inquietaban a la gente. Sus rasgos estaban bien definidos, pero su padre era el único que le había dicho que era guapa. Su personalidad impaciente tampoco ayudaba, y la gente acababa teniendo una mala impresión sobre ella. A eso hay que añadirle que era considerada “excéntrica”, y que la gente no la veía como a una chica.
Sabía que dejarse el pelo suelto, aunque tuviera diecisiete años, la haría parecer incluso más joven, pero tenía problemas para recogérselo y, de todas formas, no era como si alguien fuera a notar la diferencia. Así que lo más que podía hacer era recogérselo en una trenza.
-Ermine, ya es la hora.
Se escuchó una voz desde fuera.
-Un momento. Ya está, todo listo.
Mientras Lydia estaba perdida en sus pensamientos, la imagen del espejo se había transformado en la de una joven dama refinada. Pero solo alcanzó a verla brevemente ya que, antes de que tuviera la oportunidad de mirarse con más detenimiento, la sacaron de la habitación.
Oh… ¿Cómo la habrá dejado Ermine? ¿o.o ese no era el delincuente que había robado mucho dinero? Uhm… interesante… quiero más ¬.¬