Autora: Mary Shelley
Año: 1818
Sinopsis: Un joven y avanzado estudiante de ciencias, entregado a las más arduas investigaciones, descubre el modo de dar vida a un ser construido a partir de restos de cadáveres, pero, tan pronto lo logra, el resultado repugna a su conciencia y le invade el arrepentimiento. Sin embargo, no puede evitar seguir relacionado con su creación, el monstruo que convertirá su existencia en una tragedia.
Opinión: Me lo he tenido que leer para la carrera, lo que significa que lo he leído en inglés. Recuerdo que la primera vez que lo leí estaba completamente indignado con el monstruo ¿Cómo podía comportarse así? Era completamente abominable que alguien tratara tan mal al genial Víctor, ni siquiera su propia criatura podía pedirle cuentas por no querer repetir un experimento que había creado algo que ambos aborrecían. Sin embargo, ahora, me parece mucho más aborrecible Victor que su criatura. Al fin y al cabo, si tanto deseaba el conocimiento que hubiese sido responsable y consecuente con lo que había creado, sí, es una criatura aborrecible, pero solo ha sentido desprecio y odio, es natural que responda con los mismos sentimientos. Siempre he pensado que los franceses eran la llave para que el monstruo hubiese podido aspirar a una vida realmente humana. Si no se hubiesen quedado con su horripilante aspecto, y hubiesen esperado a que su padre hablase… todo podía haber sido muy distinto. En cambio, Victor consiguió su ruina él solito, primero al crearle en un alarde orgullo humano, hubris, deseo de ser dios… megalomanía al fin y al cabo, y después, al negarse a hacerlo por segunda vez. Sí, había posibilidades de que saliese mal, pero también podía haberse redimido. Fue un padre desatento para su criatura, y encima no tuvo las narices de contarle a nadie nada. «Oh, me van a tomar por loco, así que mejor no se lo digo», «Ya, les estoy poniendo en peligro, pero no quiero que me desprecien»… Lo siento, eres despreciable, y Elizabeth, la querida y dulce Elizabeth, se merecía a alguien mucho mejor que tú. A alguien como Clerval, no a un ególatra idiota como tú.