Rueda de prensa DLAC

Como indica el título, y siguiendo con la semana DLAC, os traemos la crónica de la rueda de prensa de Donde los árboles cantan con nuestro juglar medieval particular y con la magia de una servidora en el arte de mostrar recuerdos nítidos (magia complicadísima y costosa, que ha requerido toda mi concentración y paciencia en su realización para que la disfrutéis).

Hete aquí que sucedió, que un quinto día del décimo mes del año de Nuestro Señor dos mil once se convocó a los hacedores al centro de Madrid. La ocasión era especial, pues una gran juglaresa iba a relatarles los entresijos de su nueva historia, la última en ver la luz pública.

Los hacedores observaron su invitación y anonadados se quedaron ante la buena fortuna que parecía prever el nombre del bienhallado lugar donde se les convocaba. Pues no era otro que el Hotel de las Letras, que ya su nombre servía de augurio para lo que unos minutos después había de acontecer.
Bien recibidos y presentados a todos aquellos de la editorial que allí se encontraban, los hacedores, habiendo sido agasajados con unos pergaminos introductorios, buscaron un lugar donde asentarse en espera del gran momento. La juglaresa ya estaba allí, hablando y retratándose en distintos lugares y con distintas personas. Aun así, encontró tiempo para intercambiar un saludo cordial con nuestros enviados. Tras disfrutar del jugoso líquido procedente de la fruta del naranjo, se acomodaron en primera fila para esperar y grabar cómodamente todo lo que aconteciera.

Unos minutos después, empezaron a aparecer otros afortunados invitados al acto, dos cazadores y una soñadora entre ellos, y, solventados unos nimios problemas técnicos comenzó la rueda de prensa.
Entre risas y cierta alegría, pues todos los allí reunidos éramos, seguro, amantes de la Literatura, Ana Prieto comenzó presentando a la juglaresa, por si alguno de nosotros desconociéramos su nombre, el lugar que la vio nacer o la cantidad de premios que recibió y recibirá la persona principal del evento. No os repetiré algo que fácilmente podéis encontrar en prácticamente cualquier sitio afín a la escritora. Sin embargo, destacaré, pues así me lo pide la conciencia, que recibirá el premio Cervantes Chico, nombrado a partir del más ilustre de los literatos de este país y a cuya entrega una de las hacedoras el permiso para asistir ha obtenido. Otra de las asistentes, dejando aparte a la juglaresa, fue la editora de la historia: Berta Márquez. Ella nos contó de manera somera la edición del libro y su proceso.

Evidentemente, eso fue solo el prefacio a la parte en la que nuestra juglaresa desgranó para todos nosotros, afortunados oyentes, tanto su obra, situándonos temporalmente y espacialmente en el hermoso reino de Nortia, como el proceso de su creación. Y empezó a relatarnos cómo, habiendo leído muchos libros acerca de dicha época, debido, todo sea dicho, a su carácter erudito y a la obra que tenía que traer desde el siglo XVI, una escena saltó del papel a su rostro, pidiéndole, no, más bien exigiéndole, que sacara una historia de ahí. Y es que Arturo y sus caballeros, así como cierto forajido de mallas verdes, ostentan el claro honor de contarse entre los referentes de esta historia, contando, sin embargo, con novelas de largos títulos y arduas aventuras del pasado castellano.

Mas la historia no podía simplemente tratar la aventura de Viana sino que, cual telar de las Nornas, se entrelazan las aventuras de Viana y Uri con el devenir del reino de Nortia. Dos personajes que nacieron en historias alejadas entre sí, y que, finalmente, acabaron en una historia común, auspiciada por la historia nortiana. Mas no podrá decirse que otras historias no influyeron en este libro, pues la misma juglaresa se enorgullecía de la influencia de sus estudios sobre literatos anteriores. En su rostro, la pasión se dibujaba mientras nos contaba cómo deseaba que los personajes conectasen y emocionasen a los lectores.

Tras esta charla tan sumamente interesante pasamos a la ronda de cuestiones que los presentes intuían necesarias, pero eso es una historia que contaremos en otra ocasión.