Título: Tormenta
Título original: Stormdancer
Autor: Jay Kristoff
Editorial: Hidra
Saga: Las guerras del loto I
Páginas: 493
Sinopsis: Una tierra agonizante
El Imperio Shima, una nación formada por islas, fue antaño una tierra fértil, cuna
de tradiciones y mitos centenarios. Ahora sus cielos son rojos y la tierra ha sido
emponzoñada por las máquinas que funcionan mediante el vapor del loto rojo.
Una petición imposible
Los cazadores de la corte imperial de Shima reciben el encargo de capturar a un
tigre del trueno, una criatura mitológica mitad águila, mitad tigre.
Pero los tigres del trueno se extinguieron hace más de cien años.
Y el precio por fallarle al emperador es la muerte.
Un talento secreto
Yukiko es una joven del clan del zorro y posee un don que, de descubrirse, podría
hacer que la ejecutaran. Cuando el tigre del trueno se cruza en su camino y
averigua cómo usarlo, esta joven muchacha pondrá en jaque a todo un imperio
y cambiará el destino de todos sus habitantes de forma irrevocable.
Opinión: La verdad es que no sé muy bien por dónde empezar con esta reseña. Ha sido un libro que, si bien me ha dejado una sensación bastante buena en el tema literario, como conocedor, aunque sea en pequeño grado, de la cultura japonesa —que se supone es la base para la historia— me resultan bastante molestos algunas decisiones del autor. Empecemos por la parte buena: la historia, los personajes y el estilo. Luego ya haré una pequeña crítica sobre esos temas más tangenciales a la historia, como son los tratamientos entre personajes o los detalles japoneses.
La historia comienza con un secreto y una caza, para llevarnos lentamente al terreno mitológico y a una red de conspiradores y traidores. La concepción del bushidō que tienen en este mundo hace prevalecer la lealtad al shōgun por encima de cualquier otra cualidad. Por otro lado, la tierra está siendo contaminada plantando una especie de planta de la que se saca un hidrocarburo mucho más nocivo para la salud que el humo de Madrid después de tres semanas sin lluvia, y ya es decir —o como el cono de contaminación de México D.F. en un mal día hace unos años—, lo que hace que todos los pobres que no se pueden permitir unas máscaras para respirar acaben muertos. Además, por si acaso eso no nos demuestra lo antiecologistas que son los humanos de este mundo alternativo, han cazado hasta la extinción toda criatura que vivía en las islas de Shima (vamos, en el archipiélago japonés). Y, por si eso no bastase, están en guerra de aniquilación contra los bárbaros gaijin —extranjeros—, u «ojos redondos». Supongo que ya exterminaron al resto de asiáticos, qué le vamos a hacer. En cualquier caso, la sociedad con la que nos encontramos es con un ejemplo de lo que hubiera sucedido si a la sociedad altamente estratificada de la época Tokugawa se le hubiese añadido la capacidad monopolística de las distopías corporativas y lo hubiésemos salpimentado con un recurso nocivo e inherente al progreso social y tecnológico. Y, a todo eso, le acabamos añadiendo unas gotitas de mitología cercana a la japonesa. Como podéis ver por esa descripción, poco hay del setting de lo que podamos quejarnos los amantes de la fantasía y la cultura japonesa. Esto es, a grandes rasgos, nos encontramos con esa novela de fantasía que siempre he querido ver: fantasía occidental con el toque oriental que excita nuestra imaginación.
La historia en sí empieza con la orden del shōgun de capturar al último arashitora, tigre de los truenos o grifo. Hijo de Raijin, dios del trueno, es el ave en el que cabalgaban los famosísimos Señores de la Tormenta de la antigüedad, y el shōgun lo quiere como símbolo de legitimidad. Esto se lo encarga a su Maestro de Caza, Masaru-san, cuya hija Yukiko, ha decidido seguir los pasos de su padre (o bueno, más bien recogerle e intentar convertirlo de nuevo en el Maestro de Caza que ella recuerda de su infancia). Pero Yukiko tiene varios secretos, y Masaru aún más y, cuando por fin encuentren al arashitora descubrirán que no todo es lo que parece y que, a veces, el honor, el verdadero honor, estriba en contradecir a tu señor cuando está desprestigiándose a sí mismo. Y, a veces, hay algo superior al honor y al código por lo que luchar y matar. Por supuesto, esto está aderezado, y digo aderezado porque no se le da mucha importancia, con un pequeño triángulo amoroso que cae perfectamente en el mundo que nos muestra. Eso sí, lo más importante va a ser la evolución de Yukiko y de su comprensión de su deber y de su lugar en el mundo, así como de esos poderes que el mundo, en particular unos fanáticos de la pureza, consideran impíos.
De los personajes, aunque hay más, tengo que rescatar a seis: El shōgun, Masaru-san, Yukiko, Kin-san y Bruuru. Porque me niego a darle a Hiro más consideración que la necesaria, además, lo englobo dentro de algunas de las cosas que voy a decir sobre el shōgun. Podríamos dividir este grupo entre «dentro de la sociedad» y «fuera de la sociedad». Así, el shōgun representa la maldad intrínseca de una sociedad dedicada íntegramente a conseguir beneficio personal, cuya voluntad es voluble y considera la vida de los demás como si fueran herramientas que se pudieran desechar según su deseo. Consigue ser un malvado perfectamente creíble, de estos que realmente nos dan miedo porque no nos cuesta imaginárnoslos en nuestra sociedad. Es un espejo oscurecido y envilecido del Camino del guerrero. Masaru es, a pesar de los errores que comete a veces, uno de los personajes que evolucionan de una manera muy especial en el corazón del lector. Según descubres más capas de su personalidad y más secretos que guarda consigue hacerse un hueco cada vez más grande. Extrañamente, no hace falta que aparezca realmente para que ese cambio de perspectiva se dé y eso lo hace aún mejor como personaje. Kin es el personaje joven que ve la podredumbre de la sociedad y piensa que no puede hacer nada, pero sin embargo lo desafía todo para conseguir su libertad. La evolución y la vuelta de tuerca que se da a este personaje hacia el final de la historia me parece absolutamente maravilloso. Quizá porque muestra una esperanza y un deseo de mejora que es difícil de encontrar. Bururu es… especial. No puedo decir mucho sino simplemente levantar el sombrero ante la imagen tan perfecta que da y lo bien integrado que está en la historia así como la brutal evolución que se ve, muy parecida a la que vemos en Saphira a lo largo de Eragon. He dejado a Yukiko para el final por un motivo: me parece una protagonista única. Quizá una de las sorpresas más agradables de toda la novela es ver cómo muestra los sentimientos y cómo crece este personaje. Solo por ella, ya merecería la pena leer la novela.
El estilo es rápido, no se entretiene en los combates ni en las descripciones sino que busca avanzar la historia al máximo de velocidad. Mantiene muchos secretos escondidos hasta el último momento, y, aunque el lector puede imaginarse algunos de ellos, lo hace con bastante maestría. No se trata de un estilo especialmente elegante pero cumple con creces en una novela de aventuras. No hay grandes diálogos, aunque hay alguna que otra cita que realmente merece la pena: «Un hombre es tan honorable como su señor», por ejemplo. No hay mucho más que decir en este aspecto en cuanto a estilo literario. Sin embargo, y aquí es donde voy a empezar con una serie de quejas muy especiales, sí puedo decir cosas respecto al estilo dentro de los diálogos. ¿Tan difícil era tener en cuenta el rango relativo de las personas en la forma de relacionarse? Quiero decir, si le estás tratando como sama —aunque me suene extremadamente raro ver eso así sin alguna cosa más antes, pero eso es cosa del autor—, como mínimo emplea la forma usted en vez de tutearlo. Ya no digo nada si es el shōgun, o alguien de rango muy superior —cuánto bien hubiera hecho emplear el vos como tratamiento a algunos de los diálogos—. Y, por supuesto, si se están presentando no emplees el sufijo chan (y menos si pones en el glosario que es para personas que encuentras entrañables, de nuevo, cosa del autor… no de la editorial). Por otro lado, el uso de mayúsculas para representar distintas voces es un buen recurso… aunque no he dejado de imaginarme a la Muerte de Mundodisco hablando cada vez que me encontraba párrafos en mayúscula, pero supongo que eso va con el territorio. Finalmente, como detalle de estilo en cuanto a edición: los términos japoneses quedarían mejor en cursiva, para marcar claramente que no son términos castellanos, porque puedo entender que el público juvenil no acepte con facilidad ese detalle, pero a los que nos gusta lo japonés lo hubiéramos agradecido. Por otro lado, me ha sorprendido bastante encontrarme con la construcción «más mayor».
En definitiva, es una novela muy buena, con algunas ideas realmente interesantes y cuya historia es prácticamente autoconclusiva, aunque va a tener una segunda parte. Si sois capaces de superar esos detalles, que no tienen importancia en sí para la historia pero que pueden arruinar la inmersión, os merecerá mucho la pena.
Impresión general
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Puntuaciones
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Trama: 7
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Personajes: 8
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Mitología: 8
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Estilo: 5*
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Magia: 7
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Ni si quiera me llamaba la atención hasta ahora. Khardan, ya puedes dejar de decir que ciertos libros son buenos que sino no termino nunca XD
Yo no tengo la culpa de encontrarme libros buenos xD Sí de recomendarlos a cada ocasión que encuentro ^_^ Y voy a seguir haciéndolo con ganas ^_^